Un dicho popular afirma que el árbol puede llegarnos a tapar el bosque. Pues, lo mismo suele ocurrir, cuando ejercitamos el pensamiento político. Por ejemplo, cuando centralizamos la mirada tan solo en la distribución de la riqueza, más precisamente en la brecha existente entre pobres y ricos, resulta presumible que nuestra sensibilidad se conmueva, que se despierte un natural espíritu de justicia y que, como consecuencia, nos distraigamos acerca de esa gestalt, esas relaciones globales de las nuevas dependencias, que son la causa misma de esa injusta distribución de
¿Y
por qué razón no quieren que veamos el bosque? ¿Por qué razón se resaltan muchas
veces hasta con contumacia los problemas
puntuales, en especial aquellos que comprometen nuestra conciencia solidaria o
justiciera, y se esfuerzan para que no veamos el contexto de los modelos de la
dependencia? Son muchas las respuestas posibles. Generalmente, y llevado por
una inclinación a la comunicación social y a la formación de conciencia en
aquellos con los que dialogo, apelo al argumento que presupone desconocimiento
y visiones antiguas que dificultan la comprensión de las nuevas relaciones de
dominio corporativo en el mundo globalizado. Esto me ha conducido a situaciones
fastidiosas, ya que facilito el gambito fácil por izquierda de los que pretenden ver un exceso de ingenuidad, donde
solo existe un recurso dialógico que, presupongo útil. Pero, lo más extraño me
ocurrió hace no mucho tiempo, cuando en el despacho de un alto funcionario del
gobierno, y exponiendo yo los alcances genocidas de las actuales prácticas de la
agricultura industrial y de los impactos de los venenos químicos que la
acompañan, a la vez que tratando de atenuar toda susceptibilidad en el
otro, con la presunción de ignorancia en los más altos niveles decisorios, se
me interrumpió la exposición, diciéndome enfáticamente: “UD está equivocado, no es que no
lo sepan, sencillamente, son cómplices….” Desde ya que estas
situaciones que expresan extrema lucidez y a la vez un extremo cinismo, solo
pueden darse en este tipo de gobiernos populistas y desarrollistas, gobiernos
que se nutren de viejos cuadros revolucionarios, devenidos por imperio de la
edad y del pragmatismo, en mecanismos funcionales a las políticas del
crecimiento corporativo.
De
hecho, reconozcamos que, la conciencia culposa que puedan tener los decisores no
hace la diferencia. El
modelo de exportación de commodities, o sea de producciones sin
valor agregado o con valor agregado cuando ese valor es la producción de
Biocombustibles, además, con un precio fijado en el mercado de Chicago, es
el esquema básico de nuestra actual dependencia. Luego se añadió a ello la
biotecnología y el sistema de los Agronegocios que además de configurarnos como
un país laboratorio para la liberación de semillas transgénicas, desarraigó del
suelo a las poblaciones y nos enfrentó a un incierto destino de
megalopolización y tugurización en los nuevos e inmensos conurbanos. Todo lo
demás, tal como la minería o las implantaciones forestales para pasta de papel,
son consecuencia de este esquema básico que se constituyó sobre la determinación
política de extraer materias primas y producir commodities para exportar a los
nuevos mercados globalizados. Minería a cielo abierto con cianuro, monocultivos
de árboles o el desierto verde de la Soja, extranjerización de la tierra,
expulsión de campesinos, remates de campos de pequeños agricultores endeudados,
concentración de la ganadería en corrales de engorde o sobrepastoreo en las
tierras marginales, destinar la agricultura para alimentar los automóviles
europeos, falta de derechos laborales en las nuevas áreas de servicios, crisis
de viviendas para los migrantes internos expulsados de sus lugares de origen,
cambio de los hábitos alimentarios e ingesta generalizada de comida chatarra, descenso
impresionante de los sistemas inmunitarios de la población y enfermedades
generalizadas, depreciación de la educación reducida a dar comida en las
escuelas a una niñez con hambre, etc. No obstante, una y otra vez, se insiste
en combatir las consecuencias y se
oculta y naturaliza el origen de todos esos males: la pérdida
de Soberanía Alimentaria y aún más todavía, la falta de Soberanía, por ausencia
de un proyecto
Nacional y en especial, por haber aceptado un rol dependiente de las
necesidades de los mercados globales y de las Corporaciones transnacionales.
Si
consideramos que estamos a caballo entre dos paradigmas del pensamiento y que
al común y en general a la generación apropiada del poder político que no
sobrepasa nunca los 60 años y que se reproduce ahora a través de la Cámpora, en
una generación joven y a la vez vieja hecha a su medida, le cuesta dejar atrás
las miradas y los imaginarios propios de los años setenta y las categorías de
la izquierda clásica, resulta con mayor razón carente de sentido indagar
complicidades conscientes, cuando los hechos y las consecuencias del nuevo colonialismo
transnacional resultan estruendosos. De hecho, existe un universo del discurso
en que muchos son seducidos, y en que podemos advertir algunas aristas
emancipatorias y una preocupación por
los derechos humanos en particular del pasado, pero por otra parte, existe
también, una creciente consolidación de los modelos de la dependencia
fijados en la etapa del neoliberalismo, o sea en los años noventa. Ser capaces
de diferenciar ambos universos y priorizar la capacidad de visualizar el bosque
o sea, de mantener una
mirada que no pierda la conciencia del conjunto y en especial del modelo
productivo establecido; y no me refiero de manera alguna a una abstracta
mención del Capitalismo que, resulta común y suele ser parte de las excusas
para tapar el bosque... Me refiero a ser capaces de mantener la mirada en el
conjunto sin perder la fuerza, la ética y la ternura que nos proporciona el
caso singular, el caso de lo local y de lo pequeño que siempre es hermoso, de
aquello que nos permite arraigar en un proyecto dado a nuestra escala humana y
en un suelo dado... Ser capaces de armonizar ambas escalas, ambas miradas,
ambos compromisos y ambas conciencias, sin dejar de tener presente el gran tema
de la Soberanía y de la
Liberación Nacional , es el gran desafío de lo revolucionario
en épocas de globalización.
JORGE EDUARDO RULLI
OCTUBRE DE 2011
JORGE EDUARDO RULLI
OCTUBRE DE 2011