EL ESPÍRITU DE LAS ASAMBLEAS CIUDADANAS

Por Javier Rodríguez Pardo
Miembro de la UAC - Unión de Asambleas Ciudadanas.

Auto convocarse se convirtió en el altavoz de poblaciones o comunidades que se manifiestan de manera contestataria, al principio proponiendo debates sobre problemas acuciantes y luego exigiendo cambios, soluciones concretas, transformaciones, resistencias civiles, rebeliones, puebladas, casi en ese orden cualitativo. La asamblea soberana es la institución elegida, es el parlamento popular de discusión donde se modela el futuro colectivo y a semejanza de la antigua polis, es el ámbito donde se discute todo y de todo, aunque la circunstancia de un planeta colapsado hace que las asambleas prioricen los debates de impactos socio ambientales traumáticos, tan relevantes como los generados por demandas laborales o necesidades básicas insatisfechas. En cada pequeño pueblo o comuna se manifiesta abiertamente la participación de la gente agrupándose en esas asambleas, convertidas en instrumento de oposición de numerosos colectivos regionales.
En los grandes centros urbanos en cambio, las asambleas no gozan en la actualidad de igual gravitación, si bien en Argentina, en el año 2001, se visibilizaba claramente en las calles de Buenos Aires, ese tipo de respuestas; asambleas barriales que surgieron decididamente, no sólo como protesta sino como impugnación a la inoperancia y fracaso del sistema político representativo. Pero a decir verdad, los movimientos sociales hace rato que se habían instalado en el país como alternativa de una democracia que quiere y requiere ser participativa. Las concentraciones ciudadanas, de trascendencia nacional, practicaron el método asambleario y rechazaron el verticalismo partidista. Digamos que ese fue el eje principal que las constituye, porque las expresiones políticas en Argentina -de cualquier signo- frustraron durante décadas la expectación popular y la esperanza de cambios benefactores y de mejor vida, acatando designios de un capitalismo con maquillaje neoliberal, con partidos políticos que fueron cooptados por las reglas del sistema. El surgimiento de las formaciones urbanas armadas de los setenta, ideológicamente de izquierda, se relaciona también con ese desengaño político partidista.

Hay numerosos antecedentes del método participativo a través de las asambleas, y mucha teorización social al respecto. Un ejemplo significativo fueron los movimientos sociales patagónicos que supieron estampar huellas persistentes. Desde 1980, aún en pleno gobierno de la dictadura genocida (1982), asambleas socio-ambientales y movilizaciones frenaron la industrialización del pingüino de Magallanes en la localidad de Punta Tombo, sobre la costa Atlántica central de la provincia de Chubut. Cuatro años después comenzarían las movilizaciones de la Patagonia austral en torno al basurero nuclear de Gastre, gestadas en la ciudad de Trelew, ejemplo de movimiento social por magnitud y constancia en una región donde el vestigio rebelde lo acuñaban los infaustos sucesos de la Patagonia Trágica, la feroz represión sufrida por los obreros anarco sindicales de los años 1920 y 1921, en la provincia de Santa Cruz. Pero el asiento de esas acciones que irrumpen en los años ochenta, surgió de las asambleas populares llamando al debate, primero, y a la resistencia, después. Una veintena de movimientos sociales en la Patagonia, a partir de 1980, produjo cambios sustanciales que explican el posterior “no a la mina” decretado en las urnas por el pueblo chubutense de Esquel. En el mundo académico universitario del sur, es común utilizar en estudios o tesis doctorales, algunos de los grandes movimientos sociales que promovió la región; el rechazo a la instalación del repositorio nuclear de Gastre es uno de ellos, como también los levantamientos contra la megaminería hidroquímica a cielo abierto, las movilizaciones de obreros petroleros desocupados, la defensa del bosque nativo y el ya mencionado de La Patagonia Rebelde, entre otros. De modo tal que impulsar la formación de asambleas populares y pensar en la unidad de todas ellas como expresión de fuerza y de oposición al modelo económico oficialmente instituido, no resultó quimérico, por el contrario significó la mejor manera de desactivar el sistema judicial que sistemáticamente rechaza las instancias legítimas de las protestas ciudadanas: los catorce relatos de movimientos sociales triunfantes que se explican en el libro La Patagonia de Pie, presentan demandas que fueron rechazadas por los estrados judiciales, finalmente conseguidas con masivas manifestaciones en las calles.
El espíritu de la UAC, la Unión de Asambleas Ciudadanas, recoge sin duda los exámenes del pasado reciente y permite mocionar algunas prioridades a tener en cuenta conforme a los retos “anunciados” para la década venidera. El país que soñamos, el país que queremos, se traza en caminos comunes con el resto del continente, pero en un planeta agonizante no hay burbuja que perdure aislada de un mundo hegemonizado por el poder corporativo transnacional, el llamado Norte pudiente, generador de bloqueos económicos, de incursiones e instalaciones militares forzando sumisiones, amenazas de dominio y controles territoriales.
Un caso testigo es el actual extractivismo.Mediante la política neoliberal de los 90, Argentina no solo renuncia -por ley- a una actividad extractiva propia y cede esa condición a las corporaciones transnacionales por mandato de las economías rectoras de la globalización, que exigen “reglas de juego claras” con el cuento de tentar al inversor -o a modo de soborno (Código de Minería de la República Argentina. Título I, de las minas y su dominio. Artículo 9), sino que entrega libertinamente el subsuelo y lo hace de manera espuria. Argentina y Chile ceden además, entre 100 y 150 kilómetros de cada lado de la longitudinal frontera andina (4.441 kilómetros de extensión transfronteriza cordillerana) mediante un Tratado Minero de Implementación Conjunta, a todas luces, un tercer país dominado por las corporaciones. Su aplicación, requiere de prácticas legales afines y de servicios complejos de apoyo, de modo que los proyectos de la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) ostentan su máxima expresión en la Cordillera de los Andes. Los proyectos de IIRSA son las vías del saqueo y con esa finalidad fueron bienvenidos y ejecutados por un gigantesco conglomerado financiero mundial.La salida al Pacífico obsesiona al Norte y sus planes de expansión y cooptación de los negocios pendientes del ALCA, y otros convenios plurinacionales, son prioritarios, de igual magnitud e importancia que los proyectos pensados para la Amazonía, norte, centro y litoral del continente. Pero la columna vertebral de esta parte del mundo es esa enorme franja formadora de ambas cuencas oceánicas que contiene los minerales diseminados -no vetiformes- los últimos del planeta: cordillera, precordillera y estribaciones andinas.
IIRSA permite disponer, controlar y centralizar la acumulación global de los bionegocios que sobrevienen después de la bioprospección y de la prospección minera -metálica y de combustibles-, aplicación de una mega tecnología promiscua disfrazada de modernidad y promocionada como “de punta”. Para estos fines, el sistema exige, en las regiones donde instala su actividad extractiva, una legislación ambiental fláccida, permisiva, con exenciones de deberes medioambientales igualmente ventajosos a semejanza de las leyes tributarias, merced a gobiernos envilecidos, degradados, que le proporcionan a las transnacionales facilidades económicas para insumos imprescindibles, sobre todo agua y energía: las explotaciones no pagan los miles de metros cúbicos de agua que consumen por segundo y la energía la reciben subsidiada.La “meditada” integración geopolítica latinoamericana (IIRSA) goza de frecuente insistencia de las corporaciones en cuanto a que sin infraestructura adecuada no habrá capitales de inversión, porque la Cordillera de los Andes, la Amazonía y la cuenca del litoral –que contienen bienes fastuosos, críticos y estratégicos- se convierten asimismo en barreras para la factibilidad de los negocios; por tanto, a la cordillera hay que horadarla hacia el Pacífico; el litoral requiere calado y puertos de aguas profundas y el centro-norte del continente carreteras, ríos navegables, rieles transoceánicos, rutas bioceánicas, oleoductos y la fibra óptica de las comunicaciones. Para semejante propósito IIRSA proyectó una matriz energética faraónica, impactando en ecosistemas y poblaciones de manera negativa, depredando biodiversidad y generando mayor dominación y sometimiento.
Ahora bien, los gobernantes latinoamericanos que acuerdan esta aberración, rubrican el neocolonialismo, componen un abanico desde la derecha extrema del hemisferio, hasta la izquierda llamada progresista, transitando por algunos nacionalismos centristas transversales al socialismo. Unos y otros -sin sorprendernos- pueden acordar posturas antiliberales aunque en la práctica abracen un nuevo concierto de capitalismo dependiente, mediante obediencias y entreguismo.
En este marco se halla un planeta en agonía y es en ese contexto que las asambleas constituidas inicialmente a lo largo de la cordillera argentina, producto de poblaciones y comunidades sublevadas contra el extractivismo vandálico, conforman la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), las que reúnen con otras expresiones que se movilizan contra la frontera agropecuaria de los cultivos transgénicos y agrotóxicos, las pasteras de celulosa y la biodiversidad diariamente robada.
Un planeta colapsado por el voraz consumismo del sistema capitalista, obliga a las asambleas de la UAC a debatir la nueva matriz energética que requieren los pueblos de América Latina. La energía, como principal objeto de dominación de las potencias del Norte, se halla en el centro de un escenario mundial de dependencia y dentro de una crisis de cambio climático planetario irreversible: urge reemplazar el actual sistema energético por las energías primarias renovables, estudiando las características particulares que en ese sentido ofrece cada ecobioregión. En 2004 las fuentes de energía renovable, como la eólica, solar, la hidráulica, la biomasa y la geotermia proporcionaban el 17% del suministro mundial de energía primaria, en una creciente tendencia de cambio de paradigma en pos de energías eficaces y limpias. Sin embargo las economías desarrolladas -del autodenominado primer mundo- seguían insistiendo en energías tradicionales y sobre todo comenzaron a hablar del resurgimiento mundial de la nuclear para mitigar o reemplazar a los hidrocarburos, apoyadas por el marketing de producir energías que no aumenten el calentamiento global del planeta, pero fundamentalmente ocultando el motivo principal, el costo de los barriles de petróleo y el escaso acceso a las fuentes por razones geopolíticas. Al mismo tiempo, errátiles razonamientos insisten en el poder nuclear que ofrecen estas fábricas de plutonio y en consecuencia, nuestro país, la Argentina “progresista” de los derechos humanos, desempolvó el plan nuclear de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) pergeñado por la dictadura militar en décadas pasadas.
Las asambleas proponen, en el marco de estos debates, rechazar el plan energético oficial y sumarse a la discusión mundial erradicando definitivamente las plantas nucleoeléctricas por tratarse de una energía cara y sucia, de peligrosa ejecución y mantenimiento, con volúmenes insostenibles de residuos radiactivos imposibles de ser gestionados de manera definitiva y –en consecuencia- se deberá impugnar la creación de nuevas centrales nucleoeléctricas exigiendo a su vez, el desmantelamiento de las existentes.
Los gobiernos del continente, en línea con idéntico “progresismo”, avalan cualquier forma de energía sin el menor reparo en su impacto ambiental, en tanto las corporaciones transnacionales exigen volúmenes de energía sin precedentes en el hemisferio sudamericano, sometido a la voracidad y puja de los gigantes de la economía de oriente y de occidente: China entró en escena, para quedarse.Para Estados Unidos, “China cambió su economía por políticas liberales capitalistas y monetaristas pero –según Washington- no significa que haya modificado el sistema de gobierno” (Publicación de la CIA en World Factbook).
En América Latina, las corporaciones del “club de la islas británicas”, además de las norteamericanas y eurozona, litigan con las orientales repartiéndose a jirones un territorio poblacional que sufre aluviones de pobreza, mayor desolación, desertización y contaminación a futuro, sin precedentes. Al desembarco extractivo de las transnacionales de occidente se suma abiertamente la presencia de los chinos desafiando compras gigantescas: en su momento sorprendió la adquisición de la petrolera Pan Ammerican Energy (PAE) que factura en Chubut anualmente por diez mil millones de dólares, la incursión en los yacimientos de cobre de Campana Mahuida en Neuquén, la soja de Río Negro, el hierro de la ex Hipasan de Sierra Grande. Por tres mil millones de dólares compraron la mitad de la petrolera Bridas que opera en el sur patagónico, adquiriendo parte de la cuenca marina. Los enormes yacimientos de petróleo y gas de Cerro Dragón ya son monopolio de los chinos. Se trata de la imponente transnacional CNOOC (China Nacional Oil Offshore Corporation). China incursiona fuertemente en los agronegocios y no perdona suelo alguno. No hay provincia argentina exenta de la modalidad sojera de los agrotóxicos y los chinos están presentes en ese rubro. El país asiático no se caracteriza precisamente por cuidar algunas de las normas requeridas para mitigar impactos ambientales, si bien anuncia su interés en producir energía eólica, solar y geotérmica, intentando liderar energías limpias. Le interesa tanto la semilla transgénica como el biodiesel, el petróleo como el carbón, la planta geotérmica como la mega hidroeléctrica, el uranio como el oro, el vino como el aceite o la madera y sobre todo acaparar aquellos insumos vitales para la modernidad industrial futura: el litio, mineral que motivó la presencia china en el despacho de Evo Morales porque Bolivia contiene en sus salares más del 40% del litio del mundo; otro porcentaje semejante se reparten Chile y Argentina; digamos que el 85% del litio mundial se ubica en esos tres países latinoamericanos. El presidente boliviano admite que suelen cruzarse en los pasillos de gobierno funcionarios chinos con franceses y japoneses, pero también empresarios de Mitsubishi y Toyota. Dominar el mercado de las baterías de litio, o de los insumos para fabricarlas, es un premio mayor, puesto que son imprescindibles en los autos híbridos futuros y en los que ya circulan. Una planta productora de paneles solares (Tian Bao PV) anuncia su instalación en Mendoza en sociedad con holandeses, se trata de una firma china que se dedica a la producción y comercialización de energía fotovoltaica. En cualquier actividad comercial o industrial que se desarrolla en Argentina hay presencia China, desde la agro ganadera a la mega minera metalífera, turismo y servicios, en definitiva una gran esfera de negocios que fuera patrimonio de firmas occidentales, engrosa las carpetas y dossiers de sinogramas orientales. Decenas de cateos y prospecciones mineras, un abanico completo de la tabla periódica de los elementos, yacimientos metalíferos o no, acuñan el sello chino desde Jujuy a Tierra del Fuego. Shandong Gold, la minera mayor de los asiáticos desembarca de la mano del gobernador riojano Beder Herrera y traza en el Famatina el sendero de muchos otros capitales chinos. Pero también le discute ese espacio a la propia Barrick Gold de Peter Munk y George Bush en las montañas mineras del departamento iglesiano de San Juan, donde la canadiense opera metros arriba.
A Washington le preocupa hoy más que nunca controlar los viejos esquemas del poder, la sentencia Monroe es terminante: una sola patria americana desde Alaska a Tierra del Fuego y “cualquier esfuerzo que los europeos hagan por extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio será visto como peligroso para nuestra paz y seguridad” (USA). La pregunta entonces es ¿cómo habrá de interpretar Estados Unidos la intervención de China en el actual loteo sudamericano, cuando hasta ayer sólo le preocupaba la incursión europea en el continente americano?
Occidente calcula la peligrosidad de China en términos de discutir la hegemonía del poder mundial y, en este sentido, ambos pulpos pretenden los recursos naturales (bienes comunes) y los territorios indispensables para manipular dicho poder. Sabemos que quien controle los yacimientos remanentes, críticos y estratégicos, esto es, el saldo mineral después de 500 años de explotación, habrá de controlar el mundo, tendrá supremacía, por eso no extraña el avance de China sobre la vastedad Sudamérica y la preocupación de occidente de que el poder imperial puede cambiar de mano.Ante los ojos del mundo se desarrolla hoy un enfrentamiento irracional por dominar las materias primas más indispensables y estratégicas, con realidad cruenta, toda vez que transcurre en las narices de habitantes, de pueblos y comunidades que están siendo desplazadas y saqueadas, a quienes se les impide un futuro mejor. Las llamadas poblaciones del Sur.
En definitiva, frenar el despojo es casi una razón de vida, de dignidad, de vergüenza, de supervivencia humana, a la vez que en el proceso de luchas podrán debilitarse las bases del sometimiento y de la dependencia. La decisión inquebrantable consiste en bloquear el poder del saqueador, restarle sustentación futura, negarle acceso a los elementos que arrebatan vorazmente del subsuelo; y rechazarlos, sea como fuere, es condición ineludible a lo largo del continente sudamericano. Hubo y hay regiones donde la presencia corporativa del bucanero es acompañada por fuerzas militares locales (la represión de Río Grande-Chone y la de Intag-Junín, en Ecuador, las masacres de Bagua y Puerto Maldonado, en Perú, el bloqueo mortal de la carretera de Oruro-Cochabamba, en Bolivia, son algunos ejemplos), a veces con intervención sangrienta y, en ocasiones, sólo intimidatoria. En la mayoría de los casos el dominio suele alcanzar con ahogos comerciales y bloqueos económicos, también con intrusión extranjera apañada por cipayos gobernantes, sobornando administraciones públicas o destituyendo gobiernos con guerras civiles inducidas; en Sudamérica fue costumbre tal componenda de intrigas y asonadas militares. Detrás se hallaba siempre el real poder, el de las corporaciones.Las organizaciones sociales lucubran en sus asambleas y buscan definir claramente el camino para expulsar decididamente a los ocupantes imperiales del despojo, legitimados a su vez por la prevaricación de criollos sin escrúpulos, apátridas en su escalón más elevado, renegados que traicionan a su país en cualquiera de los peldaños del concepto cipayo.
Es sabido -insistimos de manera axiomática- que si lo pueblos del sur cierran el grifo el norte dejará de ser primer mundo y la emancipación una realidad. Pero no será fácil. No permitirán que ello ocurra, y tal es precisamente la mochila que cargan las asambleas que componen los movimientos sociales, transportar la pesada alforja transitando acciones, resistencias y rebeliones, estrategias hacia un enfrentamiento inevitable que habrá de contemplar los reales objetivos de liberación, de soberanía, de independencia. ¿Es acaso una utopía o una necesidad de supervivencia?

Javier Rodríguez Pardo, Buenos Aires, noviembre 2011